viernes, 24 de agosto de 2012

C de Celebración festividad San Bartolomé Apóstol.

Fiesta de San Bartolomé, apóstol, a quien generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle, agrgándolo a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio.

jueves, 23 de agosto de 2012

C de Celebración día de Santa Rosa de Lima.

Nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617. Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva. Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie. Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia. Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones. Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían. El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor. Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor. Extraordinarias pruebas y gracias. Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual. El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales. Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor". Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro. El Papa Clemente X la canonizó en 1671. Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.

sábado, 18 de agosto de 2012

C de Capataces y Costaleros. Tertulia.

Hermandad Resucitado Puerto De Santa María El próximo miércoles 22 de agosto celebraremos la tercera de las tertulias de las "XII Jornadas Cofrades Padre D. Manuel Sánchez Mallou". Será a las 21:30 en nuestra casa de hermandad (C/ Santa Fe, 57). "CAPATACES Y COSTALEROS"


Ponentes: - D. Antonio López. Capataz del Santísimo Cristo de las Cinco Llagas de la Trinidad de Sevilla.

- D. Carlos Morán. Capataz del Señor de la Presentación al Pueblo de San Benito de Sevilla

. - D. Tomás Sampalo Torres. Capataz de María Santísima de los Dolores, Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas y Nuestra Señora de la Esperanza de la Yedra de Jerez de la Frontera. 

- D. Jesús Manuel Hernández. Capataz del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia del Puerto de Santa María.
 Moderado por el cofrade portuense D. José Luis Girón Vichi.

miércoles, 15 de agosto de 2012

C de Cómo se hizo... Nueva parihuela Rosario Bornos.

En los Talleres de Pedro Pastrana, se está realizando la construcción y montaje de la nueva Parihuela de paso de Ntra. Sra. del Rosario. Buen Trabajo.






C de Concentración de Kayak en Bornos. 2012.





C de Celebración Asunción de la Bienaventurada Virgen María.

Victoria de María, Asunta al cielo. Hoy en pleno verano, la Iglesia celebra la victoria de María. 
Celebramos una triple victoria: la de Cristo, la de la Virgen María y la nuestra. Nosotros nos alegramos y participamos de sus victorias.
María, la mujer adornada con los signos cósmicos, vence la fuerza del mal. Cristo resucitado triunfa sobre el pecado y la muerte, y conduce a la victoria a cuantos aceptan su camino. María es la primera en seguir los pasos de su Hijo. María la nueva arca de la Alianza, engrandece al Señor y todas las generaciones la proclaman Bienaventurada.
El diestro Antonio Barrera ha toreado el primer toro de la tercera corrida de la feria de Aste Nagusia donostiarra con una ikurriña como muleta.


El matador sevillano ha reivindicado, de esta manera, la pervivencia de la fiesta de los toros en la capital guipuzcoana después de que el Gobierno municipal de Bildu dejara entrever que podría no renovar el convenio con la empresa explotadora de la plaza.
Barrera ha repetido en el coso de Ilunbe el gesto reivindicativo que protagonizó el 21 de agosto de 2011 en Barcelona, cuando toreó al astado con una muleta con los colores de la "senyera" catalana.
El gesto del matador sevillano, que ha cortado una oreja a este primer toro de la tarde, ha sido recibido por aplausos y también con algún silbido de la grada.

lunes, 13 de agosto de 2012

C de Cambio de Junta en la Patrona.

El pasado sábado tomó posesión la Nueva Junta de Gobierno de la Hermandad de Ntra. Sra. del Rosario, Patrona y Alcaldesa perpetua de Bornos.
Que la Virgen nos de fuerzas.

C de Cumpleaños.

El pasado sábado 11 de Agosto, este blog cumplió un año, dar las gracias a todos los que han mostrado durante este año su apoyo e interés por este blog.
Durante este año se han publicado 531 entradas, con 138 comentarios, y un total de 28.300 visitas.
Y para celebrarlo, volveré a repetir la primera entrada....
Bornos, origen de la Semana Santa....



Como todos sabrán el origen de la Semana Santa, de realizar estación de penitencia por nuestras calles, proviene precisamente de la realización de los viacrucis, y los viacrucis a su vez tienen su origen en una costumbre que Don Fabrique Enriquez de Ribera, trajo de su viaje a Tierra Santa entre los años 1518 y 1520. Un viaje que según podemos transcribir de su propio manuscrito tuvo su origen en mi pueblo: Bornos. Literalmente dice: "Myercoles veynte y quatro dias del mes de noviembre año de mill y quinientos y diez y ocho años, despues de comer que enllegando al monesterio de bornos dio las doze, partimos del dicho lugar de bornos y fuemos a çenar al coronil que son çinco leguas"


El viaje fue duro, aunque por lógica, como caballero de cuna que era, no iba solo; le acompañaba un séquito formado por su mayordomo, un capellán y 8 criados. Una vez en Jerusalén Don Fabrique visitó los Lugares Santos, midiendo la distancia que recorrió Jesucristo desde el pretorio de Pilatos hasta el monte Gólgota donde fue crucificado. 
A su vuelta, calculó dicha distancia en Bornos, desde la puerta del monasterio de Santa María del Rosario, desde donde partió su peregrinación, hasta un punto en una colina simulando el Gólgota, donde se levantó una cruz y humilladero denominado "Humilladero de la cruz de Esperilla". Realizándose desde aquel momento, los viacrucis por los Monjes de los Jerónimos del Monasterio de Santa María del Rosario, desde una cruz hasta la otra.




Posteriormente en 1529 en Sevilla desde otra casa que tenía Don Fabrique, precisamente la casa de Pilatos, que fue posteriormente adornada y arreglada con elementos arquitectónicos del Palacio de Bornos, realizó la misma medición desde esta Casa de Pilatos hasta la Cruz del campo. Realizándose también otros viacrucis.
Pero será por la cerveza, por el tamaño de la ciudad o por tener dos equipos en primera, que ha tenido más relevancia la Semana Santa de Sevilla que la de Bornos, aunque siempre nos quedará presumir que el Origen de los Viacrucis, el germen de lo que hoy es la Semana Santa, lo tiene Bornos.
La crónica del viaje completo, se conserva en un manuscrito que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional.

jueves, 9 de agosto de 2012

C de Celebración día San Lorenzo.




Su nombre significa: "coronado de laurel".
Los datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio.
Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontíice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.
En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.
La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que la Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios.
Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoga todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar".
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador".
Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!"
El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".
Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.
Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísismo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer". Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Pruedencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatía empezó a disminuir en la ciudad.
San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo.
El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.

miércoles, 8 de agosto de 2012

martes, 7 de agosto de 2012

C de Celebración Especial en Bornos.


Santo Domingo de Guzmán (1171-1221)


Nació en Caleruega (Burgos), a fines de 1171. Su padre se llamaba Félix de Guzmán, «venerable y ricohombre entre todos los de su pueblo». Y era de los nobles que acompañaban al rey en todas sus guerras contra los moros. Y muy emparentado con la nobleza de entonces. Su madre, la Beata Juana de Aza, era la verdadera señora de Caleruega, cuyo territorio pertenecía a los Aza por derecho de behetría. Mujer verdaderamente extraordinaria, era querida y respetada por todos, muy caritativa, sinceramente piadosa y siempre dispuesta a sacrificarse por la Iglesia y por los pobres. De ella recibió Domingo su educación primera.

Hacia los seis años fue entregado a un tío suyo, arcipreste, para su educación literaria. Y hacia los catorce fue enviado al Estudio General de Palencia, el primero y más famoso de toda esa parte de España, y en el que se estudiaban artes liberales, es decir, todas las ciencias humanas, y sagrada teología. A esta última se dedicó Domingo con tanto ardor que aun las noches las pasaba en la oración y el estudio, sobre todo de las Sagradas Escrituras y de los Santos Padres. Sobre estos textos sagrados iba él organizando en sus cuadernos una síntesis ordenada de toda la doctrina teológica.
Vivía solo, con su pequeño mobiliario y sus libros. Y así podía distribuir mejor su tiempo en el día y en la noche. Para mayor mortificación suprimió el vino, que en su casa tomaba. Suprimir el sueño para estudiar no era para él mortificación, sino gozo, pues la doctrina cristiana le embelesaba. Por eso su estudio tenía tanto de oración y de meditación como de estudio propiamente dicho. Tenía fama de vivir tan recogido, que más bien parecía un viejo que un joven de dieciocho o veinte años. Su vida anterior le había preparado para ello, tanto en su propia casa como en la de su tío el arcipreste.
Por aquellos tiempos de guerras casi continuas con los moros y entre los mismos príncipes cristianos, con arrasamientos de campos, de pueblos y ciudades, con dificultades enormes para traer de fuera lo que en un pueblo o en una región faltaba, eran, como no podía por menos de suceder, frecuentes las hambres, y en ciertos momentos espantosas. Por toda la región de Palencia se extendió una de esas hambres terribles que llevaban a la muerte muchas gentes. Domingo convirtió su cuarto en una Limosna, como entonces se decía, o sea en un lugar donde se daba todo lo que había y todo lo que se podía alcanzar. Y, claro está, en esa su habitación no quedaron bien pronto más que las paredes. ¡Ah! Y los libros en que Santo Domingo estudiaba, su más preciado tesoro. Tan preciado, que de ellos podía depender su porvenir. No había entonces librerías para comprarlos; había que copiarlos o hacerlos copiar; y de estas dos clases eran los libros de Domingo. Pero, además, esos libros suyos estaban llenos de anotaciones y resúmenes dictados por él mismo. Labor, como se ve, de dinero y de trabajo, nada fácil de realizar. ¡Y cómo duele desprenderse de un manuscrito propio –al que se tiene más cariño que a un hijo– para nunca más volverlo a ver!...
Pues cuando a estos libros de Domingo les llegó su vez, ahí está ese tesoro suyo del alma para venderse también. ¿Que el corazón se le desgarra al venderlos? «Pero, ¿cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?» Esta fue la exclamación de Domingo a los que le reprochaban aquella venta. Y bien vale la exclamación por toda una epopeya. Pero hay todavía más: Domingo vendió cuanto tenía. Pero, ¿y las palabras del Señor: «Amaos como Yo os he amado?» ¿Y no quiso el mismo Cristo ser vendido por nosotros y para nuestro bien? A la Limosna, que Domingo había establecido en su propia habitación, llega un día una mujer llorando amargamente y diciendo: «Mi hermano ha caído prisionero de los moros». A Domingo no le queda ya nada que dar sino a sí mismo. Pues bien; ahí está él; irá a venderse como esclavo para rescatar al desgraciado por el cual se le rogaba.
Estos actos de Domingo conmovieron a Palencia; y entre estudiantes y profesores se produjo tal movimiento de piedad y caridad que se hizo innecesario vender libros ni vender personas, sino que de las arcas, en que se hallaba escondido, salió en seguida dinero suficiente para todo. Y hasta salieron de aquí algunos que luego, al fundar Domingo su Orden, le siguieron, consagrándose a Dios hasta la muerte. Y no sólo por Palencia corrió la voz de estos hechos, sino por todo el reino de Castilla, dando lugar a que el obispo de Osma, don Martín Bazán, que andaba buscando hombres notables para su Cabildo, viniese a Domingo, rogándole que aceptase en su catedral una canonjía.
La aceptación de esta canonjía suponía para Domingo un paso decisivo hacia el ideal de vida apostólica con que soñaba. Estos Cabildos regulares bajo la regla de San Agustín, fundados durante el último siglo con espíritu religioso y ansias de perfección, con vida común y pobreza personal voluntaria, eran verdaderas comunidades religiosas, aunque en los últimos tiempos habían decaído mucho. El obispo de Osma, en cosa de seis años, tuvo que sustituir a nueve de sus doce canónigos por inobservantes. Por eso buscaba santos, como el joven Domingo, para sustituirlos. Y fue tan honda la reforma de este Cabildo, que perseveró en su vida de perfección hasta fines del siglo XV, en que todos los Cabildos de España se habían ya secularizado. Tenía Domingo unos veinticuatro años cuando aceptó esa canonjía. Y poco después, al cumplir la edad canónica de veinticinco, fue ordenado sacerdote.
Desde el primer momento el canónigo Domingo comenzó a brillar por su santidad y ser modelo de todas las virtudes; el último siempre en reclamar honores, que aborrecía, y el primero para cuanto significaba humillaciones y trabajos. Su virtud atraía. Y, como de él se dijo en su vida de apostolado, nadie se acercaba a él que no se sintiese dulce y suavemente atraído hacia la virtud. Era entonces prior del Cabildo don Diego de Acevedo, elemento importante de esta reforma y sucesor del obispo don Martín a su muerte en 1201. A Domingo debieron elegirle subprior sus compañeros apenas le hicieron canónigo, pues como tal subprior aparece bastante antes de la muerte del obispo Bazán. En 1199 aparece también como sacristán del Cabildo, es decir, director del culto de la catedral. Estos dos cargos obligaron a Domingo a darse más de lleno al apostolado y ser modelo de perfección en todo.
A diferencia de los antiguos monjes, que alternaban la oración con el trabajo manual, los canónigos regulares debían dedicarse más de lleno que a la vida contemplativa, al culto divino y a los sagrados ministerios; a éstos, sobre todo, los que para ellos eran especialmente dedicados. Domingo, pues, como subprior del Cabildo y como sacristán, tendría a su cargo la enseñanza de la religión, que en la catedral se daba; la predicación no sólo en la catedral, sino también en otras iglesias que del Cabildo dependían; bautizar, confesar, dar la comunión, dirigir el culto, etc., todo ello junto con una vida de apartamiento del mundo y de pobreza voluntaria, teniéndolo todo en común a imitación de los apóstoles.
El rey Alfonso VIII había encargado al obispo de Osma, don Diego de Acevedo, en 1203, la misión de dirigirse a Dinamarca a pedir para su hijo Fernando, de trece años, la mano de una dama noble. El obispo aceptó. Y por compañero espiritual de viaje escogió a Domingo, subprior suyo, dirigiéndose con él por Zaragoza a Tolosa de Francia. Pero allí observaron que toda esta región, y aun, al parecer, toda Francia, Flandes, Renania, y hasta Inglaterra y Lombardía, estaban grandemente infectadas de perniciosas herejías. Los cátaros, los valdenses o pobres de Lyón, y otras herejías procedentes del maniqueísmo oriental, lo llenaban todo. Tenían hasta obispos propios. Y hasta llegaron a celebrar un concilio, presidido por un tal Nicetas, que se decía papa, venido de Constantinopla. Los poderes civiles, en general, de manera más o menos solapada, les favorecían. Su aspecto exterior era de lo más austero: vestían de negro, practicaban la continencia absoluta y se abstenían de carnes y lacticinios. Negaban todos los dogmas católicos, la unicidad de Dios, la redención por la cruz de Cristo, los sacramentos, etc., etc. Con la afirmación de dos dioses, uno bueno y otro malo, su religión venía a ser solamente una actitud pesimista frente a la vida, de la cual había que librarse por esa austeridad y mortificaciones con las que deslumbraban a las muchedumbres.
Desde San Bernardo, sobre todo, se venía luchando contra ellos sin conseguir apenas resultado alguno. En esta zona de Francia se les llamaba albigenses, por tener en la ciudad de Albi uno de sus centros principales. Providencialmente la misma primera noche de su estancia en Tolosa tuvo Domingo ocasión de encontrarse cara a cara con uno de ellos, su propio huésped, quedando horrorizado. Le pidió razón de sus errores, y el hereje se defendió como pudo. Y así la noche entera. Hasta que, al fin, el hereje, profundamente impresionado por el amor y la ternura con que le hablaba Domingo, reconoció sus propios errores y abandonó la herejía. A la mañana siguiente Acevedo y Domingo continuaron su viaje a Dinamarca, donde cumplieron bien su misión, aunque el matrimonio, concertado así por poder o por procurador, no llegó jamás a consumarse, a pesar de un segundo viaje hecho en 1205 por los mismos dos embajadores. Los cuales habían descubierto al norte de Europa un mundo no ya de herejes, sino de paganos, con mucho mayores dificultades para su evangelización, mundo que ya no se borrará jamás de su alma.
Vueltos Acevedo y Domingo a Provenza, y conociendo más y más los estragos de la herejía, que todo lo iba dominando, pues se servía de toda clase de armas, la calumnia, el incendio, el asesinato..., decidieron quedarse allí. La lucha entre herejes y católicos era sumamente desigual. Pues, además de que los herejes no reparaban en medios, tenían bandas de predicadores que iban por todas partes propagando su doctrina. Por parte de los católicos, en cambio, sólo podían predicar los obispos o algunos delegados suyos; y algunos, muchos menos, delegados del Papa, pero siempre, y en todo caso, con misiones muy concretas de tiempos y lugares. Además, los herejes apenas tenían otros dogmas que negaciones. Pero, en cambio, alardeaban de practicar a la perfección la moral evangélica y acusaban a la Iglesia de no practicar nada de lo que enseñaba. Para esto se fijaban, sobre todo, en la forma como venían a predicarles los legados pontificios, que solían venir con grande pompa y boato, por creer que lo contrario hacía desmerecer su autoridad.
En el seno de la Iglesia hacía un siglo que se venían haciendo reformas en Cabildos catedrales, como hemos visto, y en Órdenes religiosas, como la de Cluny, la del Císter y otras. Pero estas reformas no siempre lograban mantenerse en el primer fervor y con frecuencia fracasaban por completo, a poco de haberse iniciado.
Además, estas comunidades, por mucha perfección que practicasen, vivían separadas del pueblo, mientras que los herejes vivían con él mezcladísimos. Por otra parte, al pueblo suelen preocuparle menos los dogmas que la moral, y cree siempre más en las obras que en las palabras. Cuando el obispo de Osma y el subprior llegaron a darse cuenta por completo de la situación, comenzaron a advertir al Papa que no era nada a propósito para combatir a los herejes presentarse como sus legados se presentaban. Entre aquella inmensa corrupción, que lo inundaba todo, comenzaban a sentirse por doquier ansias de verdadera vida evangélica, y se hacía cada vez más claro que para conquistar al mundo, tan extraviado y corrompido, había que volver al modo de predicar y de vivir que los mismos apóstoles practicaron.
En la primavera de 1207 hubo un encuentro en Montpellier entre algunos legados cistercienses del Papa, por una parte, y el obispo de Osma y Domingo, por otra, sobre el sistema a seguir en la lucha contra los herejes. El de Osma renunció a todo su boato episcopal para abrazar con Domingo la vida estrictamente apostólica, viviendo de limosnas, que diariamente mendigaban, renunciando a toda comodidad, caminando a pie y descalzos, sin casa ni habitación propia en la que retirarse a descansar, sin más ropa que la puesta, etc. Domingo por ese tiempo ya no quería que le llamasen subprior ni canónigo, sino tan sólo fray Domingo, y su obispo se había adaptado también perfectamente a esta pobreza de vida.
Con estas cosas el aspecto de la lucha contra los herejes fue cambiando más y más a favor de los católicos. Los misioneros papales aumentaron notablemente en cantidad y calidad, llevando una vida enteramente apostólica y repartiéndose por toda la región en torno a ciertos centros escogidos. Domingo se quedó en un lugarcito llamado Prulla, cerca de Fangeaux, junto a una ermita de la Virgen y algunas pocas viviendas, pero con buenas comunicaciones. Era ya predicador pontificio y delegado del Papa para dar certificados de reconciliación con el sello de toda la Empresa Misional. Este sello contenía solamente la palabra Predicación. Al jefe de la misión, en este caso a Domingo, se le llamaba magister praedicationis. Se fundaron no pocos de estos centros; pero como el personal de la misión, en general, era temporero, a los pocos meses comenzaron a cansarse y se fueron a sus abadías, quedando en pie solamente el centro de Prulla, que dirigía y sostenía Domingo.
Por este mismo tiempo comenzó Domingo a reunir en Prulla un grupo de damas convertidas de la herejía, a las que él fue dando poco a poco algunas normas y reglas de vida, que más tarde se convirtieron en verdaderas constituciones religiosas, calcadas sobre las mismas de los dominicos. Y habiéndose ido a sus abadías los abades cistercienses que formaban el grupo principal de la misión; habiéndose ido, por otra parte, a Osma don Diego de Acevedo para arreglar sus asuntos y volver a Francia, cosa que no pudo realizar por sorprenderle la muerte; habiendo sido asesinado el principal legado del Papa y director de aquella gran misión, las cosas cambiaron súbitamente, y Domingo, cuando más ayudas necesitaba, se quedó solo. El asesinato de Pedro de Castelnau se atribuyó al conde de Tolosa, por lo cual éste fue excomulgado, el Papa exoneró a sus súbditos de la obediencia debida y promovió contra él una cruzada, capitaneada por Simón de Montfort, que marca uno de los períodos más sangrientos y difíciles de toda esta época.
Domingo no era partidario de estos procedimientos; para defender la religión no aceptaba otras armas que los buenos ejemplos, la predicación y la doctrina; por lo cual, cuando toda aquella región era el escenario de una guerra de las más sangrientas, él se recluyó en Prulla, para sostener allí, cuando menos, un grupito de compañeros, que ya tenía, y otro grupo mayor de mujeres convertidas, base del convento de monjas que allí se estaba formando. En 1212 quisieron hacerle obispo de Cominges; pero él rehusó humildemente, alegando que no podía abandonar la formación de esta doble comunidad, en edad tan tierna todavía.
En 1213, calmada un poco la guerra, aparece Domingo predicando la Cuaresma en Carcasona. En esta ciudad, emporio de la herejía, peligraba hasta la vida de los predicadores; se les escupía, se les tiraba piedras y barro, se les dirigía toda clase de insultos y calumnias; y precisamente por eso Domingo tenía a esta ciudad un especial cariño. El obispo le nombró vicario suyo in spiritualibus, es decir, en cuanto a la predicación, al confesonario, a la reconciliación de herejes, etc., pero no en causas judiciales o administrativas. Al año siguiente le nombró capellán suyo, es decir párroco de Fangeaux (25 de mayo de 1214). En 1215 el arzobispo Auch, con el voto unánime de sus canónigos, quiso hacerle obispo de Conserans, diócesis sufragánea suya. Domingo vuelve a resistirse con invencible tenacidad.
Estando en Fangeaux una noche en oración, parece haber tenido una revelación especial, de la cual, como es natural, no queda documento fehaciente; queda solamente un monumentito del tiempo posterior llamado Seignadou. Y allí parece haber tenido el Santo cierta visión que le impresionó grandemente. ¿La revelación del rosario? Los santos nunca suelen sacar al público estos secretos. Entrar con más detalles en esto de la fundación del rosario no es cosa nuestra. La tradición unánime hasta tiempos muy recientes, avalada por gran multitud de documentos pontificios y con multitud de argumentos de toda clase, a Santo Domingo atribuye la fundación del rosario.
Desde 1214 vuelve Domingo a sus continuas andanzas de predicación y apostolado, y en plan verdaderamente apostólico. Los testigos del proceso de su canonización nos ofrecen datos abundantísimos. Nunca iba solo, sino con un compañero por lo menos, pues Jesucristo enviaba a sus discípulos a predicar de dos en dos. Solía llevar consigo un bastón con un palito atravesado en lo alto, como empuñadura. Uno de estos bastones se conserva todavía en Bolonia. Ninguna clase de equipaje ni bolsillos ni alforjas, sino tan sólo, en la única túnica remendada y pobrísima con que se cubría, una especie de repliegue sobre el cinturón, en el que llevaba el Evangelio de San Mateo, las Epístolas de San Pablo y una navajita sin punta, sin duda para cortar el pan duro que pidiendo de puerta en puerta le daban. Iba ceñido con una correa, a estilo de los canónigos de San Agustín a que pertenecía.
Caminaba siempre descalzo. Lo cual dio lugar a que un hereje se le ofreciese en cierta ocasión como guía para conducirle a un lugar desconocido, en que tenía que predicar. Lo llevó por los sitios más malos, llenos de piedras y espinos, de modo que al poco rato Domingo y su compañero llevaban los pies deshechos y ensangrentados. Domingo entonces comenzó a dar gracias a Dios y al guía, porque con aquel sacrificio, decía, era bien seguro que su predicación produciría gran fruto. Y así fue, porque hasta el mismo guía se convirtió.
En los caminos iba siempre hablando de Dios y predicando a los compañeros de viaje. Y cuando esto no era posible se separaba del grupo y comenzaba a cantar himnos y cánticos religiosos. Cuando el concilio de Montpellier, para diferenciarles de los herejes, prohibió a los predicadores católicos ir descalzos, Santo Domingo llevaba sus zapatos al hombro y sólo se los ponía al entrar en pueblos y ciudades. Ninguna defensa llevaba en sus viajes contra el sol, aun en lo más ardiente del verano, ni contra la lluvia o la nieve. Y cuando llegaba a un pueblo con su túnica de lana empapadísima y le invitaban a que, como todos los demás, se acercase al fuego para secarse, él se disculpaba amablemente yéndose a rezar a la iglesia. A consecuencia de lo cual solía estar lleno de dolores, en los que se gozaba. Sus mortificaciones eran continuas e inexorables. Su camisa estaba tejida con ásperas crines de cola de buey o de caballo, como declaran en su proceso las señoras que se la preparaban. Por debajo de ella tenía otros cilicios de hierro y, fuertemente ceñida a la cintura, una cadena del mismo metal, que no se quitó hasta su muerte. Con cadenillas de hierro también se disciplinaba todas las noches varias veces. No tuvo lecho jamás, y, cuando en sus viajes se lo ponían, lo dejaba siempre intacto, durmiendo en el suelo y sin utilizar siquiera una manta para cubrirse, aun en tiempos de mucho frío. En los conventos ni celda siquiera tenía, pasando la noche en la iglesia en oración en diversas formas, de rodillas, en pie, con los brazos en cruz o tendido en venia a todo lo largo. Para morir tuvieron que llevarle a una celda prestada. Parcísimo en el comer, ayunaba siempre en las cuaresmas a sólo pan y agua.
Jamás tuvo miedo a las amenazas que los herejes continuamente le dirigían. El camino que desciende a Prulla desde Fangeaux era muy a propósito para emboscadas y asaltos. Y, sin embargo, casi a diario lo recorría Domingo bien entrada la noche. Un día unos sicarios, comprados por los herejes, le esperaban para matarle. Mas providencialmente aquel día no pasó por allí el siervo de Dios. Y, habiéndole encontrado tiempo más tarde, le dijeron que qué hubiera hecho de haber caído en sus manos, a lo cual Domingo les respondió: «Os hubiera rogado que no me mataseis de un solo golpe, sino poco a poco, para que fuese más largo mi martirio; que fuerais cortando en pedacitos mi cuerpo y que luego me dejaseis morir así lentamente, hasta desangrarme del todo». ¡Qué grandeza! ¡Qué amor a la cruz y al que en ella quiso por nosotros morir!
Dejemos a Domingo seguir en sus ininterrumpidas predicaciones. Por el mes de abril dos importantes caballeros de Tolosa se le ofrecieron a Domingo para seguirle, no como los demás discípulos que le acompañaban, sino incorporándose plenamente con él, con un juramento o voto de fidelidad y de obediencia. Uno de ellos, Pedro Seila, iba a heredar de su padre tres casas en la ciudad de Tolosa, y de aquí salió la primera fundación de dominicos, pues antes del año estaban las tres llenas de gente. El obispo, al aprobarles la fundación, había declarado a Domingo y a sus compañeros vicarios suyos en orden a la predicación, y en esto en forma permanente y sin especial nombramiento, cosa hasta entonces completamente desconocida en la historia de la Iglesia. Como no podemos seguir paso a paso esta historia, baste recordar que, cuando, en vez del obispo, sea el Papa el que tome una determinación parecida en orden a Domingo y sus compañeros, la Orden de Predicadoresquedará fundada. Los compañeros de Domingo eran todos clérigos y vestían, como él, túnica blanca, como los canónigos de San Agustín. Y Domingo se preocupó inmediatamente de buscarles un doctor en teología que les pusiera clase diaria, a fin de prepararles para la predicación. Primero doctores y luego predicadores.
Por el mes de noviembre de 1215 celebróse en Roma el IV Concilio de Letrán, el más importante acaso de la Edad Media. En este concilio, canon 13, se prohibió la fundación de nuevas Ordenes religiosas. ¿Qué sería de la recién nacida, aunque aún no confirmada por Roma, Orden de Predicadores? El Papa, sin embargo, declaró, como ampliación de ese canon prohibitivo, que admitiría fundaciones con tal de que se acogiesen a una de las antiguas reglas, completada en los detalles por especiales constituciones, para mejor adaptarlas a los tiempos. Esto lo dijo el mismo Inocencio III a Domingo, asegurándole que cuantas constituciones adicionales le propusiese él se las confirmaría. Pero, unos meses después, muere el Papa y es elegido Honorio III. Domingo había reunido a sus hijos el día de Pentecostés de 1216 para redactar esas nuevas constituciones, que son aún hoy la base de las constituciones de la Orden dominicana; pero, cuando quiso ir a Roma, para que el Papa cumpliese su palabra de confirmárselas, el Papa era nuevo y se resistía a prescindir de un canon del Concilio para aprobar una Orden que con tantas novedades se presentaba. Sobre todo lo de la predicación, como privilegio concedido a los dominicos sólo por serlo, levantaba por todas partes una gran oposición. Había también en esta nueva Orden otras novedades, por ejemplo: las constituciones hechas por Domingo, a diferencia de las de todas las Ordenes religiosas existentes, eran leyes meramente penales, pues no obligaban a culpa, sino a pena. Además, la doctrina de las dispensas se cambiaba por completo. No sólo se dispensaba una ley por no poder cumplirla, sino también cuando, aun pudiendo, estorbaba a otra ley o precepto de orden superior y más directamente conducente al fin último de la Orden, etc., etc.
El Papa, sin embargo, quería y veneraba mucho a Domingo, y cuanto más le iba tratando más le veneraba y le quería. Y, al fin, después de algunas vacilaciones y muchas consultas, dio su bula de 21 de enero de 1217, concediéndole a Domingo la confirmación deseada. Y tan amigo de Domingo y protector de su Orden llegó a ser que desde esa fecha hasta 1221, por agosto, en que Domingo expiró, le fueron dirigidos por el Papa sesenta documentos entre bulas, breves, epístolas, etc., llegando a eximirle de pagar los gastos que todos estos documentos debían pagar en la curia pontificia.
Por este tiempo, estando Domingo en Roma, se le aparecieron una noche en oración los apóstoles San Pedro y San Pablo y, entregándole un báculo y un libro, le dijeron ambos a la vez: «Ve y predica». Esto lo refirió el mismo Domingo más tarde a alguno de su hijos, que lo transmitió a la historia.
Confirmada la Orden, volvió Domingo a Francia, y el 15 de agosto de 1217 reunió a sus dieciséis discípulos en Tolosa, para dispersarles por el mundo contra la opinión de casi todos, incluso algunos obispos amigos. De estos dieciséis dominicos envió siete a París, dándoles por superior al único doctor con que hasta entonces contaba, fray Mateo de Francia, y poniendo, además, entre ellos dos con fama de contemplativos, uno de éstos su propio hermano. A España envió cuatro. Tres los dejó en Tolosa, y los otros dos se quedaron en Prulla, donde, además de las monjas, habían comenzado a congregarse hacía algunos años un grupito de discípulos. Poco tiempo más tarde envió también religiosos a Bolonia, al lado de la otra universidad de fama mundial que entonces brillaba.
En 1219 visitó Domingo su comunidad de París, que tenía ya más de treinta dominicos, varios de ellos ingresados en la Orden con el título de doctor. De este modo, no sólo tenían derecho a enseñar, sino que podían hacerlo en su propia casa, que ya entonces estaba establecida en lo que fue después, y vuelve a ser hoy, famosísimo convento de Saint Jacques. En Bolonia le sucedió una cosa parecida, pues en 1220, por la acción del Beato Reginaldo, doctor también de París, y otros varios, que por él habían ingresado en la Orden, la universidad se encontraba en las más íntimas relaciones con los dominicos. Podemos decir que tanto el convento de París como el de Bolonia comenzó a ser desde el principio una especie de Colegio Mayor, o, aún más, una sección de la misma universidad, incorporada a ella totalmente.
En 1220 las herejías de cátaros, albigenses, etc., se habían extendido muchísimo por Italia, especialmente por la región del norte. El papa Honorio III, para detener los progresos de la herejía, determinó organizar una gran Misión. Pero, en vez de poner al frente de ella algún cardenal como legado suyo, o algunos abades cistercienses, encomendó la dirección a Domingo, no sólo con facultad para declarar misioneros a cuantos quisiese de sus propios hijos, sino también para reclutar misioneros entre los mismos cistercienses, benedictinos, agustinos, etc. Esto era una novedad que, aunque presentida, llamó mucho la atención. Seguir las peripecias de esta gran misión nos es absolutamente imposible. Domingo acabó en ella de agotar sus fuerzas por completo. Venía padeciendo mucho de varias enfermedades, sin querer cuidarse lo más mínimo ni de dejar de predicar un solo día muchas veces y a todas horas.
El día 28 de julio por la noche llegó a su convento de Bolonia verdaderamente deshecho y casi moribundo. Pero no quiso celda ni lecho, sino que, como de costumbre, después de predicar a los novicios, se fue a la iglesia a pasar la noche en oración. El 1 de agosto no pudo levantarse del suelo ni tenerse en pie, y por primera vez en su vida aceptó que le pusieran un colchón de lana en el extremo del dormitorio, y poco después en una celda, que le dejaron prestada, pues en la Orden no hubo nunca dormitorios corridos, sino celditas, en las que cabía un colchón de paja –de lana para los enfermos– y un pupitre para estudiar y escribir. La intensidad de la fiebre le transpone a ratos. Otras veces toma aspecto como de estar en contemplación, y otras mueve los labios rezando, otras pide que le lean algunos libros; jamás se queja; cuando tiene alientos para ello habla de Dios, y la expresión de su rostro demacrado sigue siempre dulce y sonriente.
El 6 de agosto habla a toda la comunidad del amor de las almas, de la humildad, de la pureza, condición necesaria para producir grande fruto. Después hace confesión general con los doce padres más graves de la comunidad, que más tarde declararon no haber encontrado en él ningún pecado, sino muy leves faltas.
Después, ante la sospecha, que le sugirieron, de que quisieran llevar a otra parte su cuerpo, dijo: «Quiero ser enterrado bajo los pies de mis hermanos». Y viéndoles a todos llorar, añadió: «No lloréis, yo os seré más útil y os alcanzaré mayores gracias después de mi muerte». Y ante una súplica del prior levantó las manos al cielo, diciendo: «Padre Santo, bien sabes que con todo mi corazón he procurado siempre hacer tu voluntad. He guardado y conservado a los que me diste. A Ti te los encomiendo: Consérvalos, guárdalos». Y volviéndose a la comunidad, preparada para rezar las preces por los agonizantes, les dijo: «Comenzad». Y, al oír: «Venid en su ayuda, santos de Dios», levantó las manos al cielo y expiró. Era el 6 de agosto de 1221, cuando no había cumplido aún cincuenta años. Ofició en sus funerales el cardenal Hugolino, legado del Papa, al que había de suceder bien pronto, y que le había de canonizar.
Una de las monjas admitida por él en el convento de San Sixto, de Roma, hace de Domingo la siguiente descripción, confirmada por el dictamen técnico que sobre su esqueleto se dio en 1945, al abrir su sepultura, por temor de que fuese Bolonia bombardeada: «De estatura media, cuerpo delgado, rostro hermoso y ligeramente sonrosado, cabellos y barba tirando a rubios, ojos bellos. De su frente y cejas irradiaba una especie de claridad que atraía el respeto y la simpatía de todos. Se le veía siempre sonriente y alegre, a no ser cuando alguna aflicción del prójimo le impresionaba. Tenía las manos largas y bellas. Y una voz grave, bella y sonora. No estuvo nunca calvo, sino que tenía su corona de pelo bien completa, entreverada con algunos hilos blancos.»
Fue canonizado por Gregorio IX en 1234. Y sus restos descansan en la hermosa basílica del convento de Predicadores de Bolonia, en una hermosísima y artística capilla.
Albino González Menéndez-Reigada, O.P.,
Santo Domingo de Guzmán, en Año Cristiano, Tomo III,
Madrid, Ed. Católica (BAC 185), 1959, pp. 310-323

C de Campeona. Oro Olímpico en Windsurf.

La regatista Marina Alabau se ha proclamado este martes campeona olímpica en la clase RS:X femenino de Londres 2012 y lo ha hecho ganando la 'Medal Race', lo que le ha valido para ser líder en la general final y también para aportar a España el primer oro en estos Juegos. La windsurfista sevillana, que ha estado toda la competición como primera clasificada en la general provisional, necesitaba hoy en la regata por las medallas quedar entre las siete primeras, de las diez participantes, para asegurarse el oro y por ello controló la prueba para estar entre esas posiciones, pero además se ha permitido el lujo de cruzar al final la meta como primera de la 'Medal Race'.

C de Cartel Velada Benéfica.

C de Celebración Procesión Patrona Arcos Virgen de las Nieves.

lunes, 6 de agosto de 2012

C de Celebracion de Transfiguración del Señor.

Esta fiesta recuerda la escena en que Jesús, en la cima del monte Tabor, se apareció vestido de gloria, hablando con Moisés y Elías ante sus tres discípulos preferidos, Pedro, Juan y Santiago. La fiesta de la Transfiguración del Señor se venía celebrando desde muy antiguo en las iglesias de Oriente y Occidente, pero el papa Calixto III, en 1457 la extendió a toda la cristiandad para conmemorar la victoria que los cristianos obtuvieron en Belgrado, sobre Mahomet II, orgulloso conquistador de Constantinopla y enemigo del cristianismo, y cuya noticia llegó a Roma el 6 de agosto.

C de Calidad. Sonido ambiente Gran Poder.

sábado, 4 de agosto de 2012

C de Casamiento.

Hoy se casa un gran Costalero, Curro Piña, ejemplo en capacidad de superación y sufrimiento, aún recuerdo la primera vez que lo igualé... (era la primera vez que yo igualaba) No cogió el paso en todo el ensayo... pero Dios mio... Que gran costalero se ha hecho.
Costalero de la Vera+Cruz, y de la Patrona de Bornos, Virgen del Rosario.
Desde estas lineas os deseamos que este día sea el comienzo de una unión colmada de dicha y respeto, y que Ntra. Sra. del Rosario os proteja con su manto.
Felicidades Curro y Gloria